Cuestionaba aquí si hemos aprendido algo de esta pandemia y podríamos añadir de otras inclemencias, que desgraciadamente no faltan. Sobre la gran helada el alcalde de Albarracín le sugería al de Madrid medidas fiscales. En su pueblo, con un presupuesto por habitante bastante inferior al de Madrid, no ha sufrido casi ninguna interrupción de la vida de sus gentes y es que la dotación de servicios está bien atendida en su momento y no en palas para que el vecindario quite la nieve. Y es que esa es la responsabilidad de cada administración en cada presupuesto, que los servicios públicos de sanidad, educación, dependencia y otros estén disponibles. Pues pese en esta pandemia que no acaba, sino todo lo contrario, en la sanidad casi en general y en la madrileña en particular, parece que ni caso. No hemos tenido que esperar a otra pandemia, pues en la tercera ola de la misma, a quien tocaba ha aprendido poco o nada. En Madrid con el empeño de El Zendal, ese hospital que se ha construido a prisa y corriendo, haciendo que el presupuesto se triplique para entrar en servicio mal y a marchas forzadas. Todo ello por la cabezonada de la señora Ayuso por dar prioridad a la foto en esa obra, gasto el dinero que debiera haber invertido en sanitarios para la atención primaria que estaba hecha una pena. Qué decir completar las plantillas hospitalarias para superar las secuelas de la crisis anterior y prepararlas para que la siguiente se pudiera afrontar con más solvencia y menos sacrificio. Pues bien, en lugar de una autocrítica mínima por parte de los recortadores y pasar pronto a enmendar las secuelas de los recortes, acusaciones sin fundamento, ruido y confusión. La foto con los ladrillos que no curan mientras, el personal citado sigue sin llegar y tentando a que la desesperada situación de marzo vuelva a repetirse.
He mirado con atención los datos tomados de las instituciones por Raúl Rejón, admirado periodista digital que me informa, sobre lo que ha venido a perjudicar más la tragedia sanitaria. En los centros de salud, piedra angular del sistema se quiere atender en primera instancia cuidando casos que no requieran hospitalización, vacunación y otras labores de proximidad. Pues nada, ni se han contratado y, en su caso, se han despedido y devuelto a su precariedad en cuanto bajan algo las cifras de personas infectadas. Precariedad que la administración insensible usa para romper equipos sanitarios en los que se han integrado y que, “como son para el covid19” me los llevo de aquí para allá, al Zendal si me peta. Se le pone nombre de enfermera a un nuevo hospital, como si fuera un efímero aplauso, pero a la hora de dignificar las plantillas pagando sueldos dignos, de eso ni media. Aquí hay que seguir el modelo que instauró la señora Aguirre: “porque nosotros no destruimos lo público, lo salvamos de la quiebra”. Ya hemos visto el modelo en el “Zendal” con la privatización de servicios de limpieza y otros por un dineral para determinadas empresas amigas sin los controles públicos. En otros aspectos se sigue por el mismo camino, ya sea la vacunación privatizado a Cruz Roja por una cantidad más del doble del coste en centros de salud bien dotados.
Así se dice que no hay dinero para lo público porque cada día se dirige más hacia lo privado. Podemos ver que los hogares han aumentado sus gastos sanitarios: 18.907 millones en 2.009; 22.189 m. en 2.013 y 24.388 m. en 2.017. Las compañías privadas también aumentan su negocio de esta manera: en 2.009 obtuvieron 20.670 millones, en 2.013 fue 61.699 m. y en 2.018 de 71,145. Ha llegado a subir la privada al 29 % quedando al 71% del total. A ello se está llegando también aquí a costa de los conciertos que la sanidad pública contrata a las privada por los que esta cobra muy por encima de los costes públicos. Este proceso empezó a partir de 1997 en que el gobierno Aznar con apoyo socialista la gestión indirecta de varios hospitales con la privatización de gran parte de sus servicios. Ello significó bastantes contratos principalmente con el grupo Ribera que se fue extendiendo por la Comunidad Valenciana, Madrid y Galicia. Ello viene extendiendo el modelo neoliberal de ir acabando con la atención pública a toda la población. Seguir poco a poco el camino de países que como EEUU haciendo que todo sea de pago, para que el enfermo pobre muera sin atender o arruinado si no tiene mucho dinero. Recordemos la salida que proporcionó la señora Aguirre para el principio y ahora Ayuso para la continuación de la pandemia en la sanidad madrileña. Y eso ofreciendo la mejor gestión para huir de la quiebra de la pública. Así es beneficia a la privada, que acaba cobrando del Estado 2.000 euros diarios por cada enfermo de covid19 que ahora no se puede atender en Madrid.
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