Una de estas leyendas, cuenta, que cuando Dios estaba creando el mundo, se le acercaron cuatro ángeles y el primero le preguntó: ¿qué estás haciendo?; el segundo le dijo: ¿porqué lo haces?; el tercero le inquirió: ¿puedo ayudarte? y el cuarto preguntó también: ¿cuánto vale todo eso? Sin duda el primero era un científico, el segundo, era un filósofo, el tercero era un altruista y el cuarto un agente inmobiliario.
Un quinto ángel se dedicaba a distancia a observar y a aplaudir con entusiasmo al ver la magnitud de tal obra…. Y es que este ángel era un místico.
Estas son las cinco tipologías o patrones que tenemos los humanos, haciendo un paralelismo con la fábula que se ha descrito.
Uno de los pocos hombres que ha pisado la luna, quedó extasiado con tal maravilla y tuvo que hacer un gran esfuerzo para reprimir sus instintos científicos, pero en seguida volviendo en sí, se dijo: “deja de perder el tiempo y dedícate a recoger piedras”. De ello se puede sacar alguna deducción.
La primera es que hay varios tipos de educación: una es la que te enseña a ganarte la vida y otra es la que te enseña a vivir, que es una cosa realmente diferente. Y es que dejamos pasar la oportunidad de ser felices por instantes, pensando continuamente en lo que hay que hacer diariamente, sin disfrutar el presente, que es lo que realmente tenemos.
Cada uno de los ángeles preguntó a Dios en función de sus propios esquemas de la vida, ignorando que hay más facetas que pueden completar nuestros deseos de saber y gozar, pero vivimos aferrados a lo poco que conocemos, quizá por el miedo a ser libres, por el miedo también de que algo o alguien derribe el castillo de naipes que para nuestra “seguridad” hemos construido. Raramente pensamos en lo que nos falta en el terreno espiritual (no me refiero a la religión, que también) sino en lo inamovible de lo que tenemos y así de esta manera, el árbol situado ante nuestros ojos nos impide “ver y escuchar” la grandiosidad y el silencio del bosque, porque los momentos más grandes son los más silenciosos, no los más ruidosos.
De esta fábula, he concluido que un día tendré mucho que aprender, que un día tendré mucho que preguntar y que desde ya, no cesaré en el empeño de buscar, porque es la búsqueda lo que da aliciente a nuestras vidas. Creo que hay que poner vida a los años, no años a la vida.
Gabriel García Márquez que para mí viene a ser un místico, (como el quinto ángel ) dice: “Si por un instante Dios se olvidara de que soy una marioneta de trapo, y me regalara un trozo de vida, escribiría mi odio y mis penas sobre la arena de la playa y esperaría a que la marea las borrase en su subida al encuentro de la Madre Tierra”.
Si tuviera un trozo de vida, no dejaría pasar un solo día sin decir a la gente que quiero que la quiero; bailaría y aplaudiría desde lejos el gran misterio de la Creación y no me dedicaría a preguntar cosas que por sí solas, sacadas de la totalidad de lo Uno e Indivisible, no tienen apenas sentido, porque lo que más vale en la vida es la continua pregunta, la continua búsqueda para llegar a la felicidad, aunque a veces a esta felicidad, se llegue a través de un camino tortuoso y de sacrificios.
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