Siguiendo la rigurosa crónica “Quien viola DDHH…” de María Iglesias el 21-5-21 eldiario.es, y en tiempo de prospectiva salto y vuelvo en mis reflexiones sobre “democracia, una aspiración”. Importa menos si por mor de la ocasión cambiamos el orden previsto. Y es que me anima en esa elucubración el sesudo informe que sobre “España 2.050. …” inserta en esa misma publicación Andrés Ortega. Este experto, en las tareas de prever el futuro, señala las carencias de dicho informe en el aspecto político. Tanto Iglesias como Ortega se unen desde dos ángulos complementarios en la predicción que me atrevo a señalar en el título de este escrito. Por un lado, Ortega dice que la experiencia se queda corta con relación a los avances que la realidad impulsa después, cuando unos aspectos obligan a los demás. Por otro, Iglesias insiste en que la fuerza del humanismo, aliada con la información global -capaz de traspasar interesados velos- prevalezca sobre las miserias que siguen atenazando a la política para rectificar las canalladas descolonizadoras del pasado siglo que más acuciantes aparecen en éste. Veamos por partes y con la mínima seriedad y perspectiva que los grandes retos exigen.

Ni el precario armisticio en Gaza, ni el menor flujo de marroquíes de venida y discutible vuelta de la frontera de Ceuta debieran desaparecer de la retina de la ciudadanía española y europea. Las causas de dichas tragedias perviven y reaparecerán de uno a otro siglo si no se atienden a las raíces y se proponen soluciones a la vez que generosas, paradójicamente beneficiosas para el común. Hay una miserable actitud que ha de deponerse y que está ligada a la ley de la selva enarbolada por el pérfido Trump y sus seguidores con aquello de” vallas más altas para la buena vecindad”. Eslogan que aquí no cesa con “el efecto llamada” o “el efecto venida” según se mire. Ese veneno mendaz envuelto en un patrioterismo hipócrita que se trata de inyectar a una ciudadanía incauta. Esa ciudadanía que, como no puede ser de otra forma, se conmueve ante el caso de “Nabody que no se llamaba así”. Estos días está impresionada igualmente por la generosa actitud de Luna Reyes amparando a un desvalido migrante, actitud atacada por el mismo veneno inhumano que no cesa. También la humanidad del guardia civil Juan Francisco Valle atendiendo a un bebé, como si fuera suyo, sin saber vivía, o la ternura del legionario Juan Gabriel Gallegos llevando a caballito a un niño desde la valla. Ésa es la versión que no debiera perderse en el tiempo, como ha ocurrido con la trágica imagen de Aylan, aquel bebé que también conmovió en 2.015 en el Mediterráneo oeste. Esperemos que en esta ocasión no ocurra lo mismo y que ante el veneno de fullero patrioterismo, prevalezca el mensaje de esa España sana. De esa realidad de la migrante que atiende con cariño a nuestro mayor, a esos migrantes trabajadores que murieron en el incendio que arrasó su mísero cobijo en Huelva, donde recogían fresa, como tantos otros lo hacen también en Almería o Lérida, donde no lo atiende la mano de obra nacional.

En el ámbito político, ese que se despacha con aquello de que todos los políticos son iguales, se pretende seguir por el camino que arrastra a esta inhumanidad, entre la cerril y falsaria xenofobia y el uso de todo como arma política contra el gobierno legítimamente constituido. En el parlamento del que apenas se nos informa de la lucha encrespada y superficial entre la representación del gobierno y de la oposición, los medios de información no lo hacen en tiempo de gran audiencia de las causas del conflicto y soluciones. Se cita sin aclarar los desacuerdos sobre el respeto a los DDHH, pero no la última deslealtad con el gobierno por parte del PP callando la invasión de Ceuta que conocía por sus contactos con Marruecos, y dando por buena la conducta el tradicional abuso de Mohamed VI. Ello por no decir el contubernio anterior, con la amistad del rey hoy emérito, para el enriquecimiento del mismo, para el perjuicio continuo del pueblo marroquí. No se nota entrar en los planes de la UE para eliminar o aminorar el éxodo de África a Europa y a la corrupta desaparición de los fondos destinados a tal fin por la administración que ha llevado a la cárcel a Nasser Zafzefi, Omar Rudi y Boubacar Seye en Marruecos y Senegal. Y es que se calla ante la apropiación de los recursos africanos por los países descolonizadores y la presencia interesada de EEU, potencia que durante Trump se apoyó el reconocer la indebida propiedad de Sahara a Marruecos. A la misma se opone Europa y calla ahora Biden. No se entra al fondo del éxodo, pobreza y guerras africanas. Se calla el asesinato de Patricio Lumunba, primer y respetado presidente del Congo ex belga, al que han seguido bastantes más en todos los continentes. A partir de ahí, el apoyo a gobiernos, en su mayoría títeres, se han abortado la mayoría de proyectos autóctonos, en favor del enriquecimiento de europeos, americanos y en los últimos tiempos hasta chinos. Este mismo drama se viene repitiendo en la América Latina y en buena parte de Asia.

Esa realidad, de ámbito mundial, nos lleva a relacionar los conflictos de Ceuta/Sahara, con Gaza/Israel o Colombia (país más sangrante ahora de América). Si se ahonda en los dos primeros conflictos se puede observar que se vienen pudriendo en el tiempo, por el empeño de las grandes potencias en la ONU. Allí, por el veto unas veces a disposiciones sobre Palestina, Sahara y otros casos, o por la oposición al desarrollo de acuerdos por la gran mayoría de países, no se logra la deseable justicia. En el mejor de los casos se logra la atenuación de los desastres cuando la opinión mundial se manifiesta en contra. La imposición de los DDHH va ganando algún reflejo limitado y lentísimo. Sin embargo en el mundo como en la base de la ciudadanía se mantiene el egoísmo. Sea por el domino del mundo por países o por los grande grupos económicos, la democracia mundial es otra aspiración lejana. En pos de ella, el camino es el empeño compartido, creciente y necesario del humanismo, dentro y fuera de todos y cada uno de los países, para que el clamor, desde unos medios menos controlados, obligue a esos poderes a cejar en sus empeños criminales y fatales para el planeta.