Si miramos las noticias, estos días vemos los lamentables y recurrentes ataques que Israel infringe a, la débil y casi despojada de su territorio, Palestina. Junto a ésta, vemos en la tele otra cara que la guerra viene causando a las personas más vulnerables, en este caso también niños y hasta bebés que en gran oleada entran en Ceuta. Se me puede decir que esta oleada no es estrictamente una guerra, sobre todo si no se quiere ver. Esa avalancha de migrantes a Ceuta, aparte de por la pobreza en África, viene ocasionada por el oportunismo de Mohamed VI rey de Marruecos. El riquísimo monarca, en ese país con tantos pobres, mantiene otra guerra con la República Saharaui, a la que pretende expulsar de su territorio. A dicha República, con la que España y Europa tienen una deuda moral y política con el pueblo saharaui, el mandatario marroquí quiere castigar por haber acogido a un líder sahararui afectado por covid19 para su curación. La cuestión viene agravada porque el desalmado Trump había apoyado la legalización de tal expansión. Ahora, cuando Biden ha reconsiderado esa, como tantas otras decisiones de su antecesor, presiona a España y a Europa para no perder la ventaja ya adquirida. La cosa se complica porque en el mencionado trato Marruecos había prometido establecer relaciones diplomáticas con Israel, lo que ahora estaría muy mal visto en este momento en que todo país árabe debiera solidarizarse con Palestina. Así que las lamentables víctimas, tantas infantiles, que vemos en Gaza y Ceuta son también secuelas de guerras de ocupación, lo sepamos o no. Probablemente, mirar y pensar en esto no sea agradable, ahora que parece que acaba la pandemia.
Así que aunque parece que estamos en paz, aunque Palestina al otro lado del Mediterráneo, el dolor de esas criaturas y vemos que lo que pasa, como en Ceuta, a lo mejor nos atañe más cerca de lo que parece. El pasado 12 de mayo nos enteramos, más vale tarde, que nuestro país estuvo bastante implicado en una guerra, aunque la ciudadanía no nos enteramos por la preceptiva comunicación al Parlamento. Resulta que, según unos documentos ese día desclasificados, el gobierno español autorizó al de EEUU para que desde las bases de Rota y Morón, pudieran despegar aviones yanquis “como si fuera su casa” que dijo Bono, el ministro de Defensa en una ocasión. También, además del PSOE, el PP de Aznar autorizó el suelo español para la salida de bombarderos hacia países, que por perjudicados podrían sentirse legitimados para repeler al origen de quien atacó a su país. Así que no podemos tener seguridad de que la paz que parece disfrutamos lo es tanto, habida cuenta de lo que los gobiernos no usan la transparencia de la que tanto se alardea.
Hablando de alardes de paz y de la oposición a la guerra, de la que nos llenamos la boca desde las más altas instancias hasta la persona más humilde, habría que matizar. Podría aceptarse las de la defensa, pues así llamamos ahora a los asuntos del ejército. De eso también debiéramos enteramos cuando sirve, es decir antes de los hechos consumados. Ahora sabemos que Eduardo Serra, ministro de “defesa” en pasados gobiernos, aprovechó lo aprendido entonces para trabajar con la empresa Éveris, esa es la ventaja de las “puertas giratorias”. En 2.017 intervino en la venta de armas a Arabia Saudí, pese a que Naciones Unidas y la Unión Europea lo tenían prohibido. Dicha armas estaba previsto, como así ocurrió después, que se usarían en la guerra contra Yemen, país en que se cuentan ya más de 230.000 muertos. Continuando con el apoyo al gobierno saudí, unos meses después, se le permitía a una empresa asociada a la anterior la colaboración al a guerra. En un campamento militar en la provincia de Zaragoza se adiestraba a personas de Arabia Saudí en el uso de armamento militar que después usarían en la frontera con Yemen. En el seguimiento que la prensa y Greenpeace hacían al asunto, lograron desvelar el secreto sobre las armas para el al otro lado del Mediterráneo.
Vivimos en una paz más aparente y frágil, y que nos interpela más de lo que creíamos. Ya vemos que junto a Ceuta y lo que alguien llama “la marcha azul” recordando la “marcha verde” para la ocupación del Sahara. Como he comentado, al tirar de un hilo salen empalmados varios asuntos como Ceuta, Sahara/Marruecos, Gaza/Israel y las bases de Rota y Morón. La cosa va más allá. Desde que en 1.948 en que se creó el estado de Israel en terreno que oficialmente de Palestina, empezó el enfrentamiento que hoy vemos como un genocidio. El asunto ha llegado varias veces a la ONU, pero allí el veto de EEUU ha impedido castigar los muchos indebidos asentamientos israelíes que van acorralando a la gran población palestina. Esa es la realidad injusta de nuestro tiempo, en el que el fuerte sigue humillando al débil, apenas atendiendo las razones de terceros. Hoy en este mundo global nos llegamos a enterar de dramas lejanos como si estuvieran cerca. Ver cómo se mercadea con armas, a veces las mismas personas ignorantes de ese uso. Conocer esa realidad nos lleva a reconsiderar la naturaleza de la paz que creemos disfrutar. Con suficiente información, llegamos a comprender que la paz no lo es tanto, que la guerra no está tan lejos, y que sin una mayor justicia, no es tan estable.
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