He tratado varias veces aquí este asunto, pero en esta ocasión he de volver a hacerlo con mayor enojo y profundidad. Casi cualquiera que lo piensa comenta que es una desvergüenza que se suba su sueldo millonario, quién a la vez despide al personal del banco que dirige. Lo lamentable es que cada día sabemos de mayores canalladas, pero apenas las tenemos en cuenta para hablar y actuar donde corresponde. Oímos tales injusticias presentadas como legales, aunque sean ilegítimas y se dan por buenas como cosa ajena, o hasta porque llegado el caso, algunos o algunas harían lo mismo. Hay que pensar si esta indecencia es exclusiva de la banca o van más allá la casta privilegiada que se pone las botas y se va de rositas ante el gruñido inútil de la mayoría. Estas tropelías se vienen perpetrando de manera más extendida con complicidades activas o pasivas como la escasa acción ciudadana. Se lamenta en ocasiones que determinados delincuentes pasan por la cárcel sin devolver su botín. Qué ha sido de aquellos sesenta mil millones del rescate bancario, hablando de devolver. Miremos bien.. Creo que conviene precisar las variadas implicaciones, para que cada palo aguante la vela que realmente le toca. Cito lista de partes que me parecen implicadas en esta “obra”, en la que a veces se puede ser causante y víctima: Directivos responsables de banca, Banco de España y Ministerio de Economía, Ministerio de Trabajo, personal laboral de la banca, clientela y ciudadanía conjunta en cuanto segura pagana final del estropicio, ya del peculio particular, ya del erario público. Veamos. .
No hay duda de que, como he dicho, la actitud de las directivas de bancos es desvergonzada en exceso. Pero a ella llegamos con la acción u omisión del Banco de España y el Ministerio de Economía que son y han sido. En ese concierto han ocurrido: La eliminación de la competencia anterior con la bancarización de cajas de ahorro. El citado rescate bancario sin la devolución hasta el momento del dinero público. El proceso de fusiones sin apenas cortapisas hacia un oligopolio de dudosa legalidad debilitando o eliminando la supuesta competencia. La conjunta eliminación de oficinas como servicio al público comprometido por cada entidad de la red actual o por la absorbida. La desmedida ambición en la explotación de las nuevas tecnologías realizada y consentida para exclusivo provecho bancario sin considerar los perjuicios a la clientela de la que requieren colaboración más activa en cajeros. En suma, mantener o consentir que sea el lucro corporativo, también con el reparto de beneficios en bolsa, el único norte. Está claro que se han venido comportando como unos mercaderes sin alma con su clientela y su personal laboral ignorando el fundamento constitucional de Estado Social en cuantas facetas han tocado. Queda claro que todas esas fechorías han podido sucedido con las complicidades citadas ante la impotencia del Ministerio de Trabajo. Recordemos las negativas a la derogación o modificación de las reformas laborales que sí limitan los salarios de trabajadores y la no devolución del rescate citado o la mejora fiscal que compense al hilo de lo que ocurre en EEUU y en Europa. Veamos lo que puede hacer ante el despido de tantísimas personas y con tan de vergonzante justificación.
Ante esta realidad, ahora sí parecen responder con más ánimo quienes han venido sufriendo con desigual dignidad los embates anteriores. No puedo seguir sin mencionar aquí una escena frente a tanta actitud desalmada. Un día un empleado pidió a los usuarios presentes permiso para atender a una señora que acudía en silla de ruedas. Ojalá que esa sana complicidad hubiera sido más general. De haber sido así, la actividad económica seguiría siendo humana, con oficinas bancarias cercanas y con atención personal. Por otro lado habríamos eliminado tanto sablazo al dinero común, y apartado de la gestión pública esa frialdad calculada. Claro que a todo podríamos poner coto si lo miráramos bien siempre, antes o después de “irnos de cañas”.
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