Una vez más el llanto de un bebé migrante, esta vez en el recurrente Arguineguín, sobrecoge a quien escucha ese drama tan repetido en Grecia, en Lampedusa o en cualquier otro lugar del primer mundo. Esa criatura procedente de Malí, que además del calor de la madre, perdió hasta el propio nombre, tapado por el improvisado auxilio, en la crónica. En el tristemente conocido puerto citado se atendía al desgraciado y excesivo “pasaje” de una patera, donde madre e hija fueron separadas. Ahí se inició la parte más grave, si ya no lo era bastante, la situación iniciada el 17 de marzo. La madre se destinó a ser alojada en el Centro de Atención para Extranjeros CATE Barranco Seco en el que pueden permanecer hasta 72 horas. Tras la exploración inicial en el mismo puerto, la niña fue ingresada en Hospital Materno Infantil Las Palmas de Gran Canarias. Fue la perseverancia de dos sanitarios de dicho centro la que hizo posible unir madre e hija. Al escuchar rumores de una madre que en el CATE una madre clamaba por su bebé, lograron que pudiera abrazarla entes de que muriera
La urgencia por frío es la explicación de tan lamentable separación de los responsables de Cruz Roja. De cara a que no se den tales situaciones se habla de distintos protocolos. La Consejería de Sanidad insiste en que su protocolo dicta mantener unidas a madres e hijas. Por otro lado, Helena Maleno, destacada Activista de Caminando Fronteras, señala que en situaciones como la presente se debe aplicar el protocolo de tragedias de víctimas múltiples en lugar del de extranjería. Esta organización insiste en que la consideración de ser migrante no influya en que la atención que se ofrece a estas personas con los mismo cuidados y dignidad que se le ofrece a cualquier persona. La OIM Organización Internacional de Migrantes publica que en lo que va del 2.021 son 29 muertes de migrantes en el Atlántico. Pese a tan fatídico saldo, o la solidaria labor de Maleno y su colectivo, desde la Comunidad Canaria nos llegan, tal vez con mayor énfasis, las noticias referidas a las consecuencias en el turismo y en la economía canaria en general de esta migración.
No faltan las algaradas de las gentes por la Violencia el Odio y la Xenofobia, denostando a estas víctimas de la miseria de sus lugares de origen. Mezcladas con personas del lugar emponzoñan en contra del alojamiento migrantes en hoteles cuando no había alojamientos al efecto. No faltan actos de políticos racistas que claman contra esta “invasión” y enardecen a actuar en su contra. De tal mensaje han sido presas algunas personas trabajadoras afectadas por la crisis actual. Bastantes de ellas han rectificado al ver las ofensas y amenazas proferidas en contra de inmigrantes. Tal situación ha concitado las recomendaciones de que no transiten por determinados lugares. A mí me conturba esa realidad al pensar en la llamada Nabody, por la que supuestamente, hasta algún desalmado de esos temerosos de “invasión”, se lamente al ver la noticia en la tele. Qué poco se llega a pensar en que esa desconsolada madre pudiera ser quien cuidara con cariño a nuestros mayores. Tampoco se repara en quienes bajo plástico en Almería cuidan y recogen las frutas que llegan a nuestra mesa. De una realidad salto a otra que podemos, o debiéramos ver, cuando la tele nos ofrece el incendio repetido en el poblado de inmigrantes Huelva que han recogido la fresa que me estoy comiendo.
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